La Transdisciplinariedad y la Ciencia como Fundamento de una Educación para la Paz y la Justicia

Clarismar

.0República Bolivariana de Venezuela.
Universidad Rómulo Gallegos
Área de Post Grado
Doctorado en Ciencias de la Educación
I Cohorte Valle de la Pascua. 
Sección “A”



Transdisciplinariedad y Ciencias de la Educación.



La Transdisciplinariedad y la Ciencia como Fundamento de una Educación para la Paz y la Justicia.


Facilitador:     
                                                   

Participantes:    
Dr. Jorge Luis España    
Barrios, Tibisay  C.I.5622093

Del Valle, Numiralda C.I.8555147                                                           

 Hernández, ClarismarC.I14854132

 Hernández, Norka   C.I 9917526

 Morabito, Concheta C.I 9918193

 Pérez; Yalis  C. I  12637560

                                                              


                                  Valle de la Pascua, abril 2012.    


                                                                           
La Transdisciplinariedad y la Ciencia como Fundamento de una Educación para la Paz y la Justicia.
                     Daniel Roberto Altschuler:    

En esta lectura el autor comienza por un paseo por lo denominado globalización la cual es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que le dan un carácter global.    

Es un proceso universal, pues afecta a todos los países del planeta, independientemente de la posición que ocupen dentro de la economía mundial y del orden político. Sin embargo  su naturaleza económica es excluyente, porque aquellas naciones o regiones que no pueden ser competitivas, quedarán a la saga del desarrollo. Tres hitos marcan nuestro despertar colectivo a una nueva realidad que requiere un cambio radical en nuestras ideas acerca del futuro de la humanidad, una nueva ética global, que demanda una nueva meta educación.  


Ø     La foto obtenida por los astronautas de Apollo 8, en órbita alrededor de la Luna en diciembre de1968, circuló por todos los medios e implantó en la mente de muchos la ineludible conciencia  acerca de la finitud y soledad de la Tierra. 

Ø     La publicación en 1972 del informe 7 del Club de Roma sobre los límites del crecimiento alertando acerca de las consecuencias de un crecimiento demográfico descontrolado combinado  con la voracidad del sistema industrial capitalista, que lleva a cuestionar el mito capitalista del crecimiento ilimitado. 
Ø     El descubrimiento del agujero de ozono en 1985, por un grupo de investigadores británicos 8 que hacía trabajos de investigación en la Antárctica, demostró sin lugar a duda, que el impacto de las actividades humanas puede tener consecuencias globales.  

Todo lo antes expuesto llama poderosamente la atención que frente a esta alarmante realidad la educación debe potenciar a que lleguemos al futuro en condiciones originadas por nuestras decisiones y acciones. Para ello es necesaria una educación que enseñe a vivir en armonía con la naturaleza en vez de dominarla, con amor y respeto, base fundamental de cualquier relación. Educación que capacite para elegir con valor luego de una deliberación, como lo dice Savater: “capaces de persuadir y dispuestos a ser persuadidos” y que nos faculte para “sentir y apreciar la fuerza de las razones, y no las razones de la fuerza”.   

En esta lectura el autor hace énfasis, que hoy más que nunca, hay menos espacio para el error, es decir que al actuar con mayor intensidad y extensión global, los errores son cada vez más difíciles de corregir y se hace casi imposible retroceder de los caminos equivocados una vez emprendida la marcha. La dificultad reside en cierta medida en nuestra inhabilidad de comprender en detalle las consecuencias globales a mediano o largo plazo de nuestras actividades y en gran medida a la resistencia por parte de los intereses que operan por evitar el cambio.     

Surge así la urgencia de que las escuelas preparen a los individuos para formarlos en un conocimiento de situación o contexto más que con conocimiento académico. Su valor residirá en su habilidad para resolver problemas dentro de una sociedad de mercado cada vez más competitiva. Esta es una de las razones, según estos mismos autores, por la que la educación se ha convertido en algo demasiado importante para dirigirla en manos solo del Estado.   

Daniel R. Altschuler (2005). Hijos de las Estrellas. Editorial Akal, Madrid
 El aprendizaje no es ya una actividad confinada a las paredes del aula sino que debe penetrar en todas las actividades sociales, la misión del docente será de facilitador, guía, aconsejar y propiciar hábitos y destrezas en la búsqueda, selección y tratamiento de la información. Pero la educación es más que poseer información, es sobre todo, conocimiento y sabiduría, hábitos y valores y esto no viajara por las redes, al menos explícitamente. Por todo ello, los docentes tendrán que re finir sus roles y evitar que las nuevas tecnologías acrecienten las diferencias sociales existentes o creen sus propios marginados.  

Los problemas de la meta educación se refieren a otro aspecto. De lo que se trata es de educar para la paz y la justicia, de educar para llegar al futuro, de librarnos de la herencia cavernícola. Me preocupa que los mal educados lleguen a posiciones de alta responsabilidad, electos por el resto cuya facultad crítica ha sido atrofiada por “la educación”. Y de eso también se trata. 
Como lo manifiesta el autor, la educación del presente sirve para la guerra pero no para la paz. En vez de educar para producir ciudadanos producimos consumidores. En vez de educar para construir comunidades educamos para construir centros comerciales. La ética prevaleciente trastoca el “eres lo que haces” por “eres lo que posees”, consecuencia del craso capitalismo que define esta era. En este torbellino materialista del consumo sucumben los que no tienen ni para alimentarse, que son muchos. Más de mil millones viven en pobreza extrema y sin alimentación adecuada mientras otros se someten a dietas estrafalarias para adelgazar (también están mal alimentados). La violencia del hambre, tormento constante que debilita el cuerpo y la mente, no es tan visible como la sangre en el asfalto que nos muestran los noticiarios a diario pero es mucho más grave.

Ellos son, en última instancia, víctimas inocentes de nuestro sistema educativo y de nuestros trastocados valores. Es imposible la paz en un mundo sin justicia. Es necesario producir líderes de otra talla, con la capacidad, la sabiduría y el valor para desviarnos del curso trazado que lleva al abismo. Además, en una democracia, necesitamos un pueblo educado para que pueda distinguir entre los que buscan la altura y los que son meramente lacayos del sistema.

El papel  de la universidad donde la exclusividad  de las certificaciones de saberes llega a su fin, siendo esta el único lugar donde se obtienen diplomas reflejándose como el famoso mercado laboral, no existiendo así  correspondencia entre profesiones y empleo. El remedio de las nuevas profesiones tiene el límite de los mismos viejos modos de pensar, de enseñar, de trabajar. Esta “frontera del diploma” como la llama Cristovam Buarque siendo uno de los muchos vectores en los que se expresa el agotamiento del modelo de universidad que se arrastra, esa es la parte de su crisis, por allí difícilmente se llegue alguna parte.   

El problema es otro. Entender la magnitud de la crisis del modelo universitario que padecemos no es sentirse evaluado, y por tanto obligado a justificar lo que se hace en las universidades como si se tratara de una acusación personal. Haber vivido durante décadas “como si” todo marchara bien, o mas o menos bien, produce esta psicología de la resignación en la que los pequeños intereses y el parroquial ismo son ya suficientes para que un profesor pase veinticinco años entrando y saliendo de un salón de clases sin pena ni gloria, o que varias generaciones de vallan y vengan anónimamente. En ello consiste el agotamiento del paradigma universitario que nos trajo hasta aquí. Es a esa realidad a la que se dirige el esfuerzo  transformador  de cecas académicas, de las jaulas teóricas, de los encierros conceptuales, de los claustros escolásticos. Es relativamente fácil derribar los muros, resulta algo más complicado derivar los dogmas.  

Como lo manifiesta el autor que está convencido que un cambio en la meta educación junto a una visión transdisciplinaria del mundo, es necesario si deseamos tener un futuro digno de recordar. Debemos enfatizar que lo que nos distingue de otras formas de vida es nuestra mente, nuestra capacidad de pensar, nuestra posibilidad de actuar y elegir de acuerdo a una ética que se sobreponga a los pobres
BIBLIOGRAFIA:

Daniel R. Altschuler (2005). Hijos de las Estrellas. Editorial Akal, Madrid